domingo, 18 de junio de 2017

Ha muerto un hombre bueno

Dio su vida por los demás y nunca pidió nada a cambio; es lo menos que puedo decir de él.



Nació en tierras áridas, en La Herrera, provincia de Albacete; empezó a trabajar demasiado joven, como tantos otros niños de la posguerra. Pastor fue su primer trabajo.

Con una larga familia (eran 11 hermanos, un equipo de fútbol al completo), hizo sus pinitos como futbolista haciendo gala de su segundo apellido (hoy famoso, entonces no tanto); un apellido que ha llevado siempre con gran orgullo, sobre todo cuando vio a su primer nieto haciendo regates al más puro estilo Iniesta, recordándole siempre que, aunque lejanos, seguimos siendo parientes y algo de ese gran futbolista deben llevar en la sangre sus descendientes.

Como tantos otros españoles, se vio obligado a dejar sus raíces rurales para desembarcar, con gran parte de su familia, en zonas más industrializadas; aquella emigración forzada fue la que le llevó a conocer a mi madre mientras trabajaba en las calles de mi pueblo. Volvió a sus raíces rurales, aunque a más de 300 quilómetros de distancia de su pueblo natal.

Trabajó duro en el campo para sacar adelante a sus cuatro hijos, hasta que el campo no dio para más y tuvo que abandonar de nuevo lo rural para dedicarse a lo industrial. En la cerámica acabó su larga vida laboral; con más de cuarenta años cotizados (y otros diez no cotizados), decidió que ya era hora de dejar de trabajar. Sus cinco nietos nacieron estando ya jubilado; aunque menos tiempo del que nos hubiese gustado a todos, pudo disfrutar de ellos.

Tal vez una de las cosas que más voy a echar de menos (esas pequeñas cosas que parecen no tener importancia) es poder practicar un bilingüismo real y respetuoso todas las mañanas mientras nos tomábamos yo mi café y él su cerveza: cada cual nos dirigíamos al otro en nuestras respectivas lenguas maternas con total naturalidad, sin ninguna necesidad de cambiar ninguno de los dos a la lengua materna del otro. Algo que con él era tan natural, no he conseguido hacerlo con nadie más.

Le han faltado cinco años y doce días para cumplir sus bodas de oro; el hígado le jugó una mala pasada antes de tiempo. El no querer ser una molestia para nadie le hizo aguantar (muchas veces en silencio) enfermedades que nadie hubiese aguantado; tres días antes de morir, estando ya ingresado en el hospital (un ingreso casi obligado tras mucho insistirle), aún estaba preocupado por los días de trabajo que haría perder a sus hijos.

Su última voluntad lo define perfectamente: para seguir dando sin recibir nada a cambio aun después de muerto (y también para evitar molestias y gastos a su familia), decidió hace seis años que al morir donaría su cuerpo a la ciencia.

Fins sempre, papa.

martes, 4 de abril de 2017

Sufragi femení en la Dictadura de Primo de Rivera?

Hi ha algunes vegades que et sorprenen amb algun comentari absurd com el que dona títol a esta entrada: la primera vegada que es va permetre a les dones espanyoles votar no va ser a la II República (pareix que hi ha qui vol que la II República es quede per a l'Història com un període tènebre, obscur i sanguinós, on només va donar temps de cremar esglésies i matar monges, frares i retors), sinó a un sistema polític dictatorial de caràcter militar on no es votava, com va ser la Dictadura de Primo de Rivera; «Spain is different», que dirien; i tan diferent.

Més enllà de què les dictadures acostumen a proposar canvis sobre el paper que mai s'arriben a posar en pràctica (és una manera de presentar-se davant altres països com menys dictadura), eixe sufragi femení (que es va aprovar dins l'Estatut Municipal de 1924 durant l'etapa militar de la dictadura -tots els càrrecs de responsabilitat estaven ocupats per militars- i no va arribar a exercir-se mai, doncs eixes eleccions municipals no es van cel·lebrar mai i, per tant, les dones mai van votar amb Primo de Rivera) tenia un abast real prou curt en quant a número de dones que, si s'haguere arribat a votar alguna cosa, hagueren pogut votar.

Vegem el text exacte què els haguera permés votar a les dones si s'hagueren convocat unes eleccions:

Artículo 51. Serán electores en cada Municipio los españoles mayores de veintitrés años, y elegibles los mayores de veinticinco que figuren en el Censo electoral formado por el Centro correspondiente del Estado. Tendrán el mismo derecho de sufragio las mujeres cabeza de familia, con cuyos nombres se formará un apéndice al Censo electoral de cada Municipio. Figurarán en este apéndice las españolas mayores de veintitrés años que no estén sujetas a patria potestad, autoridad marital ni tutela, y sean vecinas, con casa abierta en algún término municipal.



Cal que tinguem en compte que les dones no formàven part del Cens Electoral, sinó d'un apèndix d'este; a més, es requeria que foren propietàries (això vol dir «amb casa oberta», reproduint els requisits que l'any 1836 s'imposaven als homes que volien ser Diputats) i que no estigueren sotmeses a cap tipus de tutela (inclosa la marital).

Vegem també el text exacte què els permetia presentar-se com a elegibles:

Artículo 84. Para ser Concejal  es preciso:
1º. Figurar en el Censo electoral del respectivo Municipio.
2º. Saber leer y escribir, excepto en Municipios de menos de 1.000 habitantes.
3º. Tener veinticinco años de edad.
Son elegibles las mujeres cabeza de familia, mientras no pierdan esta condición, si reúnen los requisitos enumerados en el párrafo anterior.



A les restriccions de tutela i propietat abans esmentades (calia estar en el Cens també per a ser elegible) s'afegeix l'analfabetisme, que era prou més elevat en les dones que en els homes en eixa època i que excloia automàticament a la meitat de les dones (mentres que quedaven exclosos el 30% dels homes):


Sabent tot açò (i, sobretot, sabent que tots els ajuntaments que es van constituir a 1924 van ser elegits pels Governadors militars), és més que evident la resposta que podem donar a la pregunta que dona títol a esta entrada.