miércoles, 15 de enero de 2014

Wert y el discreto sueldo familiar que le permitió estudiar

José Ignacio Wert, el Ministro peor valorado de toda la democracia, afirmó en el programa El Objetivo, tras una pregunta de la presentadora Ana Pastor sobre una de sus innumerables declaraciones polémicas (en la que insinuaba que si una familia no destinaba recursos a la educación de sus hijos era porque no quería), que su madre tuvo claro que lo más importante para él y sus otros siete hermanos debía ser la educación, añadiendo además que el único sueldo familiar que permitió destinar recursos a tan encomiable uso era más bien discreto.


Sabiendo cómo funcionan estos políticos que nos ha tocado sufrir y conociendo la forma de argumentar de este antiguo contertulio de la Cadena SER, lo primero que me he preguntado ha sido qué es lo que puede entender un elitista como José Ignacio Wert sobre lo que es un sueldo discreto, y más teniendo en cuenta que el primer recurso al que ha apelado el Ministro para justificar esas declaraciones por las que se le preguntaba ha sido la estadística, esa ciencia que, con una facilidad pasmosa para quien la sepa utilizar torticeramente, permite eliminar de la realidad tanto a los más pobres como a los más ricos.

Pero utilicemos esa misma ciencia, la estadística, para comprobar qué quería decir el Ministro al afirmar que sólo hay que consultar los datos para corroborar sus polémicas declaraciones. José Ignacio Wert nació en 1950, por lo que su edad escolar (de primaria y de secundaria) estuvo comprendida entre 1956 y 1968; disponemos de suficientes datos para trasladar a aquellos años los datos salariales y el nivel de precios existente.


En 1956, el salario medio mensual era de 8,32 € (no, no es una errata: eran 1.834 pesetas al mes); al final de su período estudiantil (1968), el salario medio había subido hasta los 26,55 € mensuales (4.418 pesetas); este era el salario con el que, según las estadísticas, debían hacer frente las familias medias a los gastos corrientes de sus casas, incluida la educación de sus hijos. Por supuesto, ese salario medio es muy relativo, pero también disponemos de datos suficientes para comprobar, por arriba y por abajo, los salarios reales de trabajadores reales; por ejemplo, el salario mínimo estaba situado en aquellos años sobre un 65% del salario medio (según los datos de 1963 a 1968), es decir, que estaría en los 5,41 € (900 pesetas) mensuales en 1956 y en los 17,26 € (2.872 pesetas) mensuales en 1968.

Un peón de una industria conservera murciana, por ejemplo, cobraba en 1968 3.390 pesetas (20,37 €) mensuales, un cerrador 3.540 pesetas (21,28 €) y un encargado de conservas 4.440 pesetas (26,68 €); el salario medio se correspondía, pues, con el salario de un mando intermedio en algunas industrias. Los salarios de los obreros especialistas de esas industrias en 1956 no superaban, en ningún caso, las 1.200 pesetas (7,21 €) mensuales.

Y ahora veamos el importe que la familia del Ministro debía destinar a la educación de sus ocho hijos; sabemos que José Ignacio Wert no fue a un colegio cualquiera, sino que inició sus estudios en el colegio marianista madrileño de Santa María del Pilar; curiosamente, es el mismo colegio al que hoy va Froilán, el primer nieto de Juan Carlos I. El precio de dicho colegio (matrícula aparte), 330 € al mes.

Esos 330 € al mes, según la evolución del IPC de las tablas anteriores, serían equivalentes a 6,51 € en 1956 (al inicio de los estudios del Ministro) y a 14,80 € en 1968, es decir, 1.083 pesetas y 2.463 pesetas, respectivamente.

Es decir, que al inicio de sus estudios, el único sueldo que entraba en su casa no podía ser el SMI (900 pesetas), puesto que el importe mensual que cobraba ese colegio estaba por encima (1.083 pesetas); difícilmente podría ser el salario de un obrero especialista (1.200 pesetas), puesto que la educación de uno solo de sus hijos en dicho colegio les hubiese supuesto gastar más del 90% de los ingresos familiares; asimismo, podríamos considerar que destinar casi el 80% del salario medio en esas fechas (equivalente, como se ha dicho, al sueldo de un encargado en las industrias conserveras murcianas), dejando 300 pesetas para la alimentación de 10 personas (ocho hijos y los dos padres), es una opción poco viable. De hecho, esos 330 € suponen hoy el 18% del salario medio y más del 50% del SMI; es más: una familia de diez miembros que ingrese hoy los 645 € del SMI no puede plantearse destinar 330 € mensuales a la educación de alguno de sus hijos, y esa misma familia ingresando hoy los 1.860 € del salario medio tendría que hacer malabarismos para no perder por desnutrición a alguno de sus diez miembros.

Pero es que el Ministro, en la entrevista, dejó entrever que él no fue el único hermano que estudió (y eran ocho); por muchos juegos malabares que pudiesen hacer sus padres, el sueldo medio español sólo daba (cuando daba) para que estudiase un hijo en ese colegio desde 1956 a 1968, pero sabemos que los ocho hermanos Wert Ortega lograron estudiar. Parece que la ciencia estadística se ha rebelado contra las afirmaciones del Ministro de Educación.


¿Y cómo logró, entonces, la familia Wert Ortega educar a sus hijos en un colegio privado? Pues, como dijo el Ministro, con becas. ¿Becas públicas para estudiar en un colegio privado? Correcto.

¿Empezamos a entender ahora por qué al Ministro de Educación le preocupa tanto que las becas se otorguen más por méritos que por rentas? Son simples experiencias personalísimas: él estuvo becado por méritos, puesto que por rentas hubiesen tenido que estar becados todos los hijos de trabajadores con categoría de mandos intermedios hacia abajo y, tal vez, con tanto necesitado sin recursos, él mismo se hubiese visto abocado a estudiar en un colegio público y no en el colegio privado que le pagaron nuestros padres y abuelos.

La inmensa porción de población con necesidades económicas para abordar los estudios de sus hijos es algo ajeno a nuestro estimado Ministro. O, al menos, lo parece.

Nota: El precio de 1.083 pesetas mensuales del colegio privado en el que estudió el Ministro se ha calculado a partir de los 330 € al mes que cuesta en la actualidad, aplicando las variaciones del IPC hasta el año 1956 según las tablas mostradas en esta entrada. El precio real de dicho colegio en aquellas fechas, igual que el "discreto" salario del que disponía la familia Wert Ortega para pagarlo, son desconocidos para mí. No obstante, sólo unos pocos afortunados (por decirlo de alguna forma) podían matricular a sus hijos en un colegio de pago entre 1956 y 1968.

viernes, 10 de enero de 2014

Buscando al ladrillo desesperadamente

Hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística daba a conocer el Índice de Precios de la Vivienda (IPV) del tercer trimestre de 2013; en su nota de prensa, el INE remarcaba que dicho índice había subido, en tasa intertrimestral, por primera vez desde el segundo trimestre de 2010 (en tasa interanual había caído casi un 8%).


No deja de ser sorprendente que el precio de la vivienda suba el mismo trimestre que el precio del metro cuadrado haya seguido bajando (que alguien nos lo explique), y más teniendo en cuenta que ambos datos se publicaron con menos de 20 días de diferencia.



Aunque la explicación de esta aparente contradicción se escape a mis entendederas (he intentado buscar cambios en las ponderaciones del IPV y las he encontrado -ahora, las viviendas de segunda mano conforman más del 70% del índice cuando en 2010 suponían el 45%, un cambio de ponderación que tampoco alcanzo a entender, puesto que se venden un número similar de viviendas de ambos tipos-, pero si el precio del metro cuadrado ha disminuido tanto en las viviendas nuevas como en las de segunda mano es absurdo que el precio final de las viviendas de alguno de los dos tipos acabe yendo en sentido contrario al del precio del metro cuadrado), no es esto lo que más me ha chocado de ese dato puntualmente positivo (aunque contradictorio) publicado por el INE, sino el tratamiento que se le ha dado en los medios de comunicación.


Cualquiera diría que los medios de comunicación (y no sé si también el resto de la sociedad) tienen como única esperanza para salir de esta crisis que resurja de nuevo el sector del ladrillo; y vistos los movimientos en el Gobierno y en los organismos reguladores, todo parece indicar que estamos abocados a confirmar que el hombre (y, sobre todo, el español) es el único animal dispuesto a tropezar dos veces, y nunca mejor dicho, en la misma piedra.

Para quienes actualizamos periódicamente nuestras hojas de cálculo con los datos del sector inmobiliario en busca de algún rayo de luz para nuestro futuro laboral, tamaña avalancha de optimismo y esperanza nos parece estremecedora; y no porque no nos gustaría que estuviésemos ante el resurgimiento de este sector (con mayor o con menor fuerza, pero resurgimiento al fin y al cabo), sino porque estamos curados de espanto y los buenos datos estadísticos de 2010 y la posterior debacle hasta la fecha ya nos tienen más que prevenidos (o tal vez nos hayan convertido en acérrimos pesimistas tras haber pecado de un ligero optimismo).

Por suerte o por desgracia, los datos no muestran, de momento, ningún síntoma de recuperación en el sector del ladrillo.


Todo parece indicar, por lo tanto, que la recuperación económica, si se ha de producir realmente este año 2014 que acabamos de empezar, no vendrá de la mano del ladrillo.