martes, 21 de diciembre de 2010

“Y matadles donde deis con ellos”

José Donís Català, un paisano con el que coincidí en los combates dialécticos contra los argumentos de los Peones Negros (aquéllos individuos que pregonaban que los atentados terroristas del 11-M habían sido un nuevo GAL), ha escrito un libro bajo el título “La quinta invasión: Islamismo 711-2011” en el cual se pone de manifiesto el peligro de que el radicalismo integrista dominante (al menos según lo que transciende en los medios de comunicación) entre los adeptos a la religión de Mahoma acabe devorando a las condescendientes y excesivamente indulgentes democracias occidentales.

Tal y como está concebido el libro, tal vez su lectura permita devolver la visión a algunas personas que prefieren mantener sus ojos vendados ante el evidente (y tan real como los casi 200 muertos del 11-M) peligro de ese terrorismo religioso que utiliza el Corán como justificación a sus muertes indiscriminadas; sin embargo, las sesgadas conclusiones a las que conduce la línea argumental del libro pueden convertirlo en una obra peligrosa y temeraria si no se tienen en cuenta algunas cuestiones que no quedan reflejadas en el texto editado.

Que el Corán, como se demuestra en el libro, contiene enseñanzas y pasajes incompatibles (e incluso confrontados) con nuestras democracias es más que evidente; igual de evidente que resulta que, en base a la lectura literal del Corán, la única conclusión posible a la que se puede llegar es que la religión islámica es cruel, violenta e inmisericorde tanto con los creyentes como con los no creyentes. Y de la misma forma, podría concluirse también (como de hecho se concluye en el libro) que no existe ni puede existir un islamismo moderado tomando el Corán como un conjunto, más allá de posibles pasajes más humanistas (que también los hay, aunque no queden reflejados en el libro) utilizados por algunas corrientes del islamismo que conviven libremente en nuestras propias sociedades.

El principal problema de toda esta serie de conclusiones, que podríamos considerar como ciertas si nos atenemos a la lectura literal del Corán, es que se puede llegar, como veremos, a las mismas conclusiones respecto de la lectura literal de los libros de referencia (la Biblia) de cualquiera de las otras dos religiones monoteístas mayoritarias (el judaísmo y el cristianismo); por lo tanto, y siguiendo la línea argumental del libro, podrían declararse antidemocráticas y radicales, sin demasiado problema, las tres religiones.

Así, respecto al trato a dispensar a las mujeres y a su estatus social (que es uno de los puntos principales tratados en el libro) podemos encontrar citas equivalentes en las tres religiones:

«Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres porque
Alá los ha hecho superiores a ellas. Las mujeres virtuosas
son las verdaderamente devotas, que guardan la intimidad que Alá ha ordenado que se guarde. Pero a aquellas cuya
animadversión temáis, amonestadlas, y luego dejadlas solas en el lecho; luego pegadles
» (Corán 4:34).

«Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón» (Corintios I 11:5-7).

«Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos, y vieres entre los cautivos a alguna mujer hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer, la meterás en tu casa; y ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas, y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa; y llorará a su padre y a su madre un mes entero; y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu mujer» (Deuteronomio 21:10-13).

«Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación» (Corintios I 14:34-35).

Tampoco la explícita crueldad del Corán para con sus enemigos es exclusiva del islamismo:

«Judith se aproximó entonces a la barra del lecho que estaba junto a la cabeza de Holofernes, descolgó de allí su espada, y acercándose al lecho, lo tomó por la cabellera y exclamó: “¡Fortaléceme en esta hora, Dios de Israel!”. Luego le asestó dos golpes en el cuello con todas sus fuerzas y le cortó la cabeza» (Judith 13:6-8).

«Pelearon contra Madián, como Yavé había mandado a Moisés, y mataron a todos los varones. Mataron también a los reyes de Madián: Eví, Requem, Sur, Jur y Rebá; eran los cinco reyes madianitas. Mataron también a espada a Balaam, hijo de Beor. Los hijos de Israel trajeron cautivas a las mujeres de Madián y a sus niños y recogieron sus animales, sus rebaños y todas sus pertenencias. Prendieron fuego a todos los pueblos en que vivían y a todos sus campamentos. Habiendo reunido todo el botín y los despojos, hombres y bestias, llevaron los cautivos y el botín ante Moisés, el sacerdote Eleazar y toda la comunidad de los hijos de Israel, en las estepas de Moab, que están cerca del Jordán, a la altura de Jericó. Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los jefes de la comunidad salieron a su encuentro hasta fuera del campamento. Moisés se enojó contra los jefes de las tropas, jefes de mil y jefes de cien que volvían del combate. Moisés les dijo: “¿Así, pues, han dejado con vida a las mujeres? Precisamente ellas fueron las que, siguiendo el consejo de Balaam, indujeron a los hijos de Israel a que desobedecieran a Yavé (en el asunto de Baal-Peor); y una plaga azotó a la comunidad de Yavé. Maten, pues, a todos los niños hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones”» (Números 31:7-18).

«También vosotros, etíopes: “Víctimas de mi espada serán ellos”. Él extenderá su mano contra el norte, destruirá a Asur, y dejará a Nínive en desolación, árida como el desierto» (Sofonías 2:12-13).

«Mira, a ella voy a arrojarla al lecho del dolor, y a los que adulteran con ella, a una gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras. Y a sus hijos, los voy a herir de muerte» (Apocalipsis, 2:22-23).

Ni tampoco son exclusivos del islamismo los castigos a quienes se desvían de la Ley Sagrada (incluyendo la crucifixión, el fuego purificador o los linchamientos públicos):

«Mas si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en medio de ti» (Deuteronomio 22:20-21).

Archivo:King david hotel bombing1.jpgOtros aspectos tratados en el libro para demostrar la maldad intrínseca del islamismo tienen también su reflejo en otras religiones; así, la precoz mayoría de edad de las niñas en el Islam (tratado en el libro en referencia a la pederastia) tiene su paralelo en el judaísmo (13 años es la mayoría de edad para los niños y para las niñas), igual que la Sharia (la ley islámica emanante del Corán) tiene su equivalente en la Torah judía (la ley emanante de los cinco primeros libros de la Biblia o Tenakh). Y el terrorismo, por desgracia, también ha sido utilizado por otras religiones en fechas no tan lejanas (el Irgun y el Palmaj lo ejercieron contra los británicos en la década de los 40, siendo el atentado contra el hotel King David de Jerusalén–91 muertos, el 22 de julio de 1946– el más conocido).

Sin embargo, al poner el foco en la literalidad de los libros sagrados del islamismo omitiendo las numerosas equivalencias existentes en el resto de religiones, queda aislado artificialmente el objetivo y queda la vía expedita para denigrar y desacreditar cualquier elemento relacionado con el Islam; evidentemente, si el objetivo del libro era demostrar la intrínseca perversidad del Islam no tenía por qué hacerse referencia a la intrínseca brutalidad de las otras dos religiones monoteístas mayoritarias, pero al llegar a las conclusiones a las que se llega en el libro se requeriría al menos una mínima comparativa que permitiese al lector al menos intuir que cualquier religión, y no sólo la islámica, está sujeta a interpretaciones al menos igual de malévolas que las que se ponen de manifiesto en el libro respecto al Islam (recordemos que la Santa Inquisición interpretaba los mismos libros sagrados que la actual iglesia católica).

De hecho, tanto el judaísmo (en menor medida) como el cristianismo han ido introduciendo evoluciones a sus propias interpretaciones teológicas, teniendo que matizarlas e incluso negarlas, para adaptarse a las sociedades en las cuales han ido quedado integradas; y es que el islamismo tiene el mismo problema que cualquier otra religión: no pueden introducirse enmiendas a textos que son inamovibles, puesto que contradecir o modificar la palabra de un ente superior y supuestamente perfecto conduciría irremisiblemente a la muerte de la propia religión, de forma que cualquier evolución o adaptación a la realidad social de cada momento histórico sólo puede implementarse a través de la libre interpretación de esa palabra sagrada. Sin embargo, en el libro se le niega al islamismo cualquier posibilidad de evolución interpretativa, cuando la realidad es que no sólo esa evolución se ha producido en otras religiones, sino que en la actualidad ya existen (y conviven con nosotros) otras interpretaciones del Islam mucho menos rigoristas y violentas que las que transcienden en los medios de comunicación.

La inclusión en el libro de ejemplos concretos de esas interpretaciones evolucionadas del Islam (representadas en nuestro país por las más variopintas asociaciones islámicas) devienen en una especie de caza de brujas por haber incorporado entre sus filas a algunos individuos en concreto que han acabado siendo acusados judicialmente de colaboración o incluso de integración con el terrorismo islamista; al haberse determinado previamente que el islamismo moderado no existe, se utiliza a estos individuos (y por extensión a las asociaciones en las cuales estaban integrados) para confirmarlo. Esa confirmación de la radicalidad de una asociación islamista en base a la existencia de algún terrorista en sus filas resulta completamente superficial, puesto que presupone que la asociación era consciente de las actividades terroristas de un individuo en concreto y que, sabiéndolo, le recibió con los brazos abiertos, mientras que el terrorista simplemente pasaba por allí y acudió a la llamada de la asociación, lo cual es mucho presuponer.

El siguiente paso conduce indefectiblemente a las administraciones públicas y a los gobiernos, a quienes se les acusa de financiar el terrorismo islamista al otorgar subvenciones a asociaciones islámicas, hayan tenido terroristas en sus filas o no (porque, recordemos, ya se ha establecido previamente que el islamismo moderado no existe, o lo que es lo mismo en última instancia, que islamismo equivale a terrorismo); el libro cierra, por lo tanto, la puerta a la promoción de una religión islámica más acorde con los valores de nuestras democracias.

Llegados a este punto, repasemos todas las puertas que cierra el libro al declarar que el islamismo moderado no existe:

  • El islamismo no evolucionará como lo han hecho el judaísmo o el cristianismo, puesto que se trata de una religión intrínsecamente malévola.
  • Las asociaciones islamistas no son moderadas, puesto que no existe un islamismo moderado.
  • Las asociaciones islamistas no pueden ser promovidas por el Estado, puesto que hacerlo significaría promover el terrorismo islamista.

La gran pregunta que nos podemos hacer es: ¿Y entonces, qué hacemos con quien se declara seguidor de la religión islámica? Si sabemos que eso significa que es intrínsecamente malévolo (es lo único que ha podido aprender de esa religión), que no es moderado aunque lo pueda parecer y que no puede ser ayudado por el Estado puesto que es un terrorista en potencia… la solución final parece clara, ¿no?.

En definitiva, y sin negar la realidad expuesta en el libro (que el terrorismo islamista es una seria amenaza para nuestras democracias y que las actuales interpretaciones del Islam son una fuente inagotable de terroristas, llegándose incluso a justificar pública e impunemente las motivaciones de asesinatos en masa), las conclusiones a las que se llega son peligrosas y temerarias por cuanto sólo se deja abierta una puerta a quien no quiera renunciar a su religión.

Tal vez (sólo tal vez) mirando retrospectivamente a nuestra historia (incluso la más reciente, cuando el adulterio o la homosexualidad eran, además de pecado para los cristianos, un delito para todos los españoles) las conclusiones hubiesen sido bien distintas y hubiese salido a relucir el verdadero problema de todas las religiones: imponer leyes anteriores al medievo a sociedades que dejaron atrás hace mucho tiempo las catapultas y las armaduras sólo puede devenir en sometimiento feudal al iluminado de turno, sea éste musulmán, judío o cristiano.

Nota sobre el título: El título de este artículo es parte de la Sura 4:91 del Corán, que habla de la forma de actuar respecto a los no creyentes que “desean vivir en paz con vosotros [creyentes] y con su propia gente”, pero no se mantienen aparte o no se ofrecen para someterse.

P.D.: El libro “La quinta invasión: Islamismo 711-2011” puede adquirirse por menos de 4 € en formato digital (PDF ó ePub), además de estar disponible en cualquier librería por unos 13 €.

jueves, 9 de diciembre de 2010

¿Privilegios o derechos?

Que los controladores han acabado fuera de todo control lo tuvo que reconocer el propio portavoz de la USCA (Unión Sindical de Controladores Aéreos) el mismo viernes en el que, por primera vez en la historia de España, el espacio aéreo español quedó completamente cerrado por una repentina pandemia que afectó exclusivamente a ese colectivo; hasta tal punto están fuera de control que incluso tuvieron que ser llamados a acudir a sus puestos de trabajo por el propio sindicato.

Aunque con otro artículo más, a estas alturas de la película (con los descontrolados bajo supervisión, mando y jurisdicción militar), criticando la actuación de los controladores aéreos pueda parecer que se pretende hacer leña de un árbol caído (casi 500 controladores aéreos se enfrentan a un calvario de expedientes, demandas y juicios, incluso con peticiones de penas de prisión por sus actuaciones), lo cierto es que el asunto aun merece algún que otro comentario gracias a los intensos intentos del colectivo de los controladores aéreos por explicar, sobre todo a través de Internet, una actuación de casi imposible explicación.

En primer lugar, una cuestión previa: es perfectamente legítimo utilizar todos los medios al alcance de los trabajadores para intentar no perder los derechos que se hayan podido conquistar con muchísimo esfuerzo. Ahora bien, no parece que lo que los controladores se niegan a perder puedan tener la consideración de derechos, sino más bien una serie de privilegios que ellos mismos se han encargado de transformar en insostenibles tras hacer un uso y un abuso de ellos completamente fraudulentos.

Cristina Antón, una controladora aérea de Palma de Mallorca, escribió el pasado sábado un iracundo y desafortunado artículo titulado “A ver si nos entendemos” que iniciaba con la frase “en lugar de leer los periódicos pagados por el gobierno lee el Boletín Oficial del Estado, ahí está todo y luego decides lo que te crees y lo que no”.

Efectivamente, en el Boletín Oficial del Estado podemos encontrarlo casi todo, aunque no precisamente lo que pretende esta controladora que encontremos (su particular verdad), sino todo lo contrario; baste con leer, por ejemplo, la literalidad de los ocho primeros párrafos del Preámbulo de la Ley 9/2010 en el Boletín Oficial del Estado publicado el 15 de Abril de este año; aunque fue ésta la normativa más directa (y el origen de la actual situación), no fue la primera que intentó atajar los abusos institucionalizados a través de ese I Convenio Colectivo de 1999 que se cita en ese Preámbulo. Ya el Gobierno de José María Aznar, en su recta final (en Febrero de 2004), lo intentó, aunque poniendo como excusa dos Directivas europeas, integrando a los controladores aéreos dentro de los colectivos afectados por la regulación sobre Jornadas Especiales de Trabajo a través de una modificación del Real Decreto 1561/1995; esa exclusión de los controladores aéreos de la normativa general establecida en el Estatuto de los Trabajadores (“dicha subsección pasa a denominarse «Transporte y trabajos aéreos» para englobar todas las actividades relacionadas con la aviación civil y no sólo las de transporte, como ocurría hasta ahora”, se dice en la Exposición de Motivos del Real Decreto 294/2004) no parece que tuviese los efectos que se pretendían.

Si consultamos el origen del conflicto (el I Convenio Colectivo entre AENA y el colectivo de Controladores de la Circulación Aérea, publicado en el BOE del 18 de Marzo de 1999) podremos comprobar cómo el sueldo base anual quedó establecido entre un mínimo de 17.000 € y un máximo de 43.000 €, que con complementos (aplicables a todos los controladores) quedaban entre 36.000 € y 91.000 € (sin incluir dietas ni pluses por transporte); allí encontraremos la jornada laboral máxima (1.200 horas anuales), la licencia especial retribuida (LER) y el resto de condiciones laborales que la Ley 9/2010 pone en entredicho por ser una carga insoportable para asegurar el correcto funcionamiento del tráfico aéreo español.

Lo cierto es que excepto por un par de cuestiones (la citada LER y la ineptitud sobrevenida, ambas derogadas por la Ley 9/2010), el Convenio Colectivo recoge un buen número de reivindicaciones obreras de difícil consecución en cualquier otro sector, como la autorregulación de los turnos de trabajo, la determinación de las necesidades de nuevo personal, una jornada reducida con descansos incluidos (un máximo de 120 horas mensuales incluyendo descansos del 33% al 50% de la jornada, que son 6 horas al día –entre 3 y 4 horas efectivas descontando los descansos– trabajando 5 días a la semana) y un sueldo elevado, aunque esté ajustado a la responsabilidad del puesto de trabajo; desde esta situación de partida, es comprensible que algunos controladores aéreos, como la citada Cristina Antón, vean sus actuaciones como una pelea por recuperar sus derechos y su dignidad profesional y personal. Y desde ese punto de partida, poco cabría objetar por parte de otros trabajadores que no gozamos de las mismas condiciones laborales.

Ahora bien, aunque en la teoría del texto escrito del Convenio Colectivo todo aparente ser una delegación de responsabilidades de la empresa pública AENA en uno de sus colectivos de trabajadores, en la práctica lo que ha ocurrido es que esos trabajadores han utilizado fraudulentamente sus derechos hasta convertirlos en privilegios insostenibles, de forma que lo que debía ser una demostración de responsabilidad de los trabajadores se ha acabado convirtiendo en todo un ejemplo de irresponsabilidad y, lo que es más preocupante, en un argumento de difícil refutación sobre los peligros de dejar por escrito y en manos de los trabajadores no sólo cualquier tipo de responsabilidad en la organización interna de una empresa cualquiera, sino incluso la propia negociación de otros convenios colectivos, poniendo en consecuencia en tela de juicio la misma naturaleza de la negociación colectiva.

Algún controlador aéreo podría decir que esto no es así y que se trata de una opinión basada en los argumentos de una única parte (la empresa pública AENA y el Gobierno), pero lo cierto es que no sólo hay pruebas directas en ese sentido (costes laborales disparados fuera de los importes establecidos en el propio Convenio Colectivo), sino que incluso hay controladores aéreos que han ratificado por escrito los usos y abusos de esos derechos, como Francisco Capella, a quien ya dediqué un artículo hace unos meses.

Los fraudes utilizados reiteradamente por los controladores aéreos eran múltiples, a cada cual más tosco y siempre en beneficio a muy corto plazo de su propio bolsillo. Desde utilizar las bajas laborales como medio de huelga (así no perdían el salario de cada día de huelga y, además, contabilizaban el día completo para sumar horas al límite anual de 1.200) hasta inflar el número de controladores necesarios en cada turno –recordemos que los turnos se los organizaban ellos mismos– para así agotar antes ese límite de 1.200 horas anuales y cobrar los excesos como horas extraordinarias, pasando por la reinterpretación de los tiempos efectivos de trabajo para establecer como voluntarias unas horas que cobraban incluso por encima de las extraordinarias o la restricción a la entrada de nuevo personal para mantener así artificiosamente su nivel de ingresos. Y todo ello con cargo al bolsillo de todos los españoles y a través de mecanismos o pactos con la empresa pública AENA que quedaban al margen del Convenio Colectivo para así escapar del control presupuestario que requieren las retribuciones del personal que cobra de los Presupuestos Generales del Estado.

Así, de los 505 millones de euros en gastos de personal de AENA en 2000 se pasó a los 1.207 millones en 2009 (un incremento de un 149%) , mientras que el número de trabajadores pasó de 9.242 a 13.143 (un incremento del 42%) durante ese mismo período de tiempo y el de controladores de 1.661 a 2.404 (un incremento de casi el 45%); ese desfase entre el incremento de la plantilla y el de las remuneraciones es el que denunció la Intervención General de la Administración del Estado al menos desde 2002, tal y como consta en el citado Preámbulo de la Ley 9/2010, y cuya causa proviene del descontrolado uso de las horas extraordinarias y voluntarias por parte del colectivo de los controladores aéreos. En cifras redondas, los 1.661 controladores del año 2000 costaban 150 millones de euros (el 30% de los gastos de personal de AENA), mientras que los 2.404 controladores de 2009 costaban casi 800 millones de euros a las arcas públicas (el 66% de los gastos de personal de AENA); no estaría nada mal que los controladores aéreos desmintieran o al menos explicaran su versión de estas cifras, puesto que la contabilidad de AENA es pública y esas cifras oficiales tienen una continuidad desde mucho antes de iniciarse el actual conflicto.

Por supuesto, por mucho descontrol que haya en las remuneraciones, nadie en su sano juicio debería utilizar ese argumento para exprimir hasta la extenuación a un profesional del que dependen miles de vidas por cada turno laboral que realiza, y ésta es la parte más pública (si no la única) que esgrimen los controladores aéreos a la hora de argumentar a su favor; el problema es que ese argumento se ha vuelto, gracias al abuso que de él han hecho los propios controladores aéreos, poco o nada creíble, y menos aun si el tiempo real de trabajo –descontando descansos– era de 3 ó 4 horas al día (entre 60 y 80 horas mensuales) y lo que se les ha obligado es a cumplir un tiempo de trabajo real de entre 80 y 107 horas mensuales –entre 4 y 5 horas y media al día– (no olvidemos que el tiempo real de trabajo de un trabajador a turnos de otros sectores –a razón de 21 días de trabajo y 7 de descanso– es de entre 168 a 192 horas mensuales, con derecho a un descanso de 15 minutos). No parece, por lo tanto, que una reducción del trabajo efectivo de entre el 44% y el 54% respecto al resto de trabajadores a turnos sea poner en riesgo la seguridad de los pasajeros, y mucho menos la salud de los propios controladores aéreos, sino más bien todo lo contrario.

El descrédito del argumentario de los controladores aéreos, a pesar de sus esfuerzos, aumenta cada vez que aparecen las declaraciones de algún controlador o de algún familiar intentando explicar cómo el Real Decreto Ley del viernes llevó a todas las plantillas de controladores aéreos de España incluso a vomitar en las esquinas de las torres de control (explicación dada en la Cadena SER el lunes por la tarde por la mujer de un controlador), tratándose en cualquier caso de unos hechos muy poco creíbles si no un auténtico insulto a la inteligencia del resto de ciudadanos.

Aena. Aeropuertos Españoles y Navegación AéreaNo obstante todas estas críticas a los controladores aéreos, tampoco pueden obviarse otros datos que respaldarían sus tesis (que no la actuación puntual de este pasado puente); y es que la empresa pública AENA culpabiliza de sus pérdidas durante los últimos ejercicios (165 millones de euros en 2008 y 353 en 2009) a los elevados costes laborales de los controladores aéreos (es el mantra que oímos a todas las empresas: los costes laborales son los únicos gastos que resultan insoportables para mantener la viabilidad de los negocios), obviando que si los costes laborales se han incrementado un 149% desde el año 2000, la financiación externa lo ha hecho en un 2.570% (de unas deudas a largo plazo de 380 millones se ha pasado a los 10.143 millones del último ejercicio) y los gastos financieros se han incrementado en un 4.267%, pasando de los 6 millones del año 2000 a los 284 de 2009. Igual que tampoco hay que olvidar que el Convenio Colectivo fue aceptado por la empresa en 1999 y firmado por sus entonces responsables, por lo que las responsabilidades sobre el descontrol de los sueldos de los controladores aéreos no habría que buscarlas sólo entre los trabajadores, sino también entre los dirigentes políticos que se encontraban al frente de AENA en aquellos momentos (otra cosa muy distinta sería la negociación para la modificación del Convenio Colectivo, que sí se ha visto imposibilitada por la intransigencia reiterada de USCA a ceder respecto a las nuevas condiciones laborales impuestas por la actual crisis económica).

Y todo ello sin olvidar que los controladores aéreos cobran de los Presupuestos Generales del Estado y que, por lo tanto, deberían apretarse el cinturón igual que lo hemos hecho el resto de conciudadanos, que somos al fin y al cabo quienes les pagamos sus sueldos.